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Horacio Franco, invitado de la Quinta Semana de Diversidad Sexual
Oficina de Comunicación
Lunes 22 de julio de 2013
0:00h

Por Osvaldo Morales

En el marco de la Quinta Semana de Diversidad Sexual, el Club de Diversidad Sexual del ITAM organizó una amena tertulia musical con el Maestro Horacio Franco, considerado por muchos expertos el mejor flautista mexicano. Tras una breve introducción de su trabajo, el Maestro Franco, dio inicio a una reunión en la que, además de deleitar a nuestra comunidad con su excelente técnica musical, compartió experiencias, nociones y opiniones respecto a su carrera y vida a lo largo de los últimos 35 años desde que dio su primer concierto.

Durante la tertulia, Franco, se mantuvo siempre abierto a ser interrumpido por preguntas de los estudiantes e intercaló sus comentarios con fragmentos de algunas obras clásicas y otras particularidades como fue un canon étnico japonés que destacó por la complejidad y maestría de su ejecución. Así, Horacio Franco otorgo una experiencia completa a los universitarios y habló sobre su estancia en el conservatorio de Ámsterdam, la que considera una de las épocas más influyente en su vida; la forma en que llego a fundar la carrera de flauta dulce en el Conservatorio mexicano a los 16 años, y las dificultades a las que se enfrentó al provenir de una familia de bajos recursos, ser homosexual y escoger un instrumento que en aquella época, en nuestro país, no era considerado más allá de imponerse burdamente en las escuelas primarias del país y cuya enseñanza a nivel profesional no existía: la flauta dulce.

Al ser cuestionado sobre los casos de discriminación a los que tuvo que hacer frente, el intérprete menciono que si bien, sus padres se vieron reacios a la noticia, en realidad no considera haber sido víctima de discriminación ya que el amor y respeto que tiene por sí mismo como músico y como individuo vuelve, a su parecer, absurda toda crítica infundada. Y, en ese sentido, no le afecta: “Cuando alguien te da un calificativo y estas seguro que no te corresponde o que no tiene nada de malo, no te afecta… Si alguien me niega algún espacio por mi orientación simplemente pienso: de lo que se pierde, porque estoy seguro de quien soy”, apuntó. También mencionó que, si bien la lucha por la equidad de espacios y tratos debe seguir: “No debemos de heredar rencores del pasado”.

Finalmente, tuvimos la oportunidad de entrevistar al maestro quien nos contó a detalle cómo es que llego a convertirse en uno de los mejores flautistas mexicanos y nos compartió sus ideas respecto a la comunidad gay y la sociedad mexicana, las universidades y la pluralidad.

Osvaldo Morales: Hola Horacio, bienvenido. ¿Podrías contarnos sobre tu experiencia en el Conservatorio? ¿Qué te impulsó a seguir ésta carrera?

Horacio Franco: “Es una pregunta muy extensa porque fue hace muchos años. Entré al conservatorio a escondidas de mis papás porque ellos pensaban, como todos los padres de origen humilde y sin educación (y por desgracia, también como muchos papás con educación) que la música no es una carrera, que me iba a morir de hambre y que, en general, las artes no eran una carrera. Entonces me metí al  conservatorio porque quería estudiar la flauta dulce, un instrumento que tocaba en la secundaria y para el cual me descubrí una enorme facilidad. En un inicio quería ser pianista porque había escuchado, en mi salón de primero de secundaria, a una chiquilla tocar muy bonito a Mozart pero cuando le dije a mi mamá que quería ser pianista se burló de mí; en mi casa apenas había dinero para comer y mucho menos para un piano o para ser pianista que, además, no era ninguna carrera o ningún oficio que trajera algún beneficio. Decidí, entonces, que quería estudiar flauta dulce, por desgracia, nunca me dejaron porque no existía la carrera así que tuve que entrar a estudiar violín. Hice algunos años de violín pero nunca me encantó, además, ya estaba muy grande, tenía 13 años y empezar el violín los 13 años es bastante tarde sobre todo cuando no has tocado nunca; es como la gimnasia olímpica o como  la danza clásica. Obviamente tuve sentimientos muy encontrados, pero bueno, ya tenía una muy buena idea de lo quería hacer.

Tuve la fortuna de dar mi primer concierto hace 35 años, de hecho, el sábado pasado lo celebramos en Bellas Artes. En ese entonces, tenía 14 años y me presenté como solista de la orquesta de cámara del Conservatorio. Resulta que mi maestro de violín, quien me trataba muy mal por haber empezado muy grande, era el director de la orquesta de cámara del Conservatorio y le pedí una audición, le dije: “Déjeme tocar de solista en el concierto”, a lo que se rió y negó argumentando que apenas estaba empezando, que cómo se me ocurría que iba a  tocar con los mejores violinistas y chelistas que había en la escuela. Le respondí que no quería presentarme como violinista, saqué mi flauta y toqué un concierto de Vivaldi, se quedó impresionado y me dejo tocar. A partir de ahí mi sinos se definió muy bien para seguir con la flauta dulce como instrumento principal y todos mis esfuerzos estribaron en irme a Holanda. Escogí irme a Holanda porque era el país que tenía la mejor escuela de flauta en el mundo, lo sabía por las grabaciones que había escuchado en la radio y por los discos que había comprado. Me aceptaron como alumno en el conservatorio de Ámsterdam y, cuando tenía 17 años, me fui. Ya era maestro del Conservatorio en México, empecé a dar clase en el Conservatorio a los 16 años por iniciativa de mi director quien me dijo: “Tú eres muy bueno con ese instrumento, empiézalo a enseñar, funda la carrera y empiézalo a enseñar”. Y así lo hice.

En general fue una etapa muy padre. Viví día y noche en el Conservatorio, de los 13 a los 17 años aquí y después en Holanda. Empezaba a estudiar desde las 7 de la mañana y me seguía hasta las 10 de la noche que me iba a casa, solamente salía para comer. Quería terminar lo antes posible y quería acabar las materias teóricas rápidamente, entonces, de los 7 años que abarcan estas materias, yo termine en tres. Fue una estancia muy vertiginosa y de mucha disciplina.”

O.M.: A lo largo de tu experiencia y desde el punto de vista de lo que has vivido, ¿qué podrías decir que puede ser mejorable para la comunidad homosexual y la sociedad mexicana?

H.F.: “Bueno, yo siento que en México, y lo he dicho desde hace muchos años, somos una sociedad de castas como en la India, pero estamos en el clóset y no nos hemos atrevido a admitir que sí, los pobres y jodidos tienen menos oportunidades y tienen que luchar más y los ricos la tienen regalada o por lo menos tienen el camino comprado, lo cual, en cierto sentido es muy corrupto y cómodo de nuestra parte. El día que lo reconozcamos vamos a dar un gran paso adelante porque como sociedad somos muy hipócritas y de doble moral. Aún así, cabe destacar que, por su parte, la UNAM, el Colegio de Bachilleres, el ITAM y la mayoría de las escuelas públicas y privadas, en cierto sentido, están haciendo esfuerzos notables como ésta Semana de Diversidad, éste festival grandioso que, en particular dentro de la universidad privada, es muy valioso porque finalmente está des estigmatizando a un sector de la población que ya no le asusta a nadie pero sigue causándole escozor a muchos.

Ahora, el escozor injustificado y el susto injustificado lo vemos en países muy civilizados que aparentemente tienen la riqueza mejor repartida como Francia, en donde ayer hubo una protesta masiva de no sé cuántos de miles de franceses que se manifestaron en contra del matrimonio y  la adopción gay cuando aquí en la Ciudad de México ya se permite, cuando en Uruguay ya se permite, en fin, cuando en otros países de Europa más democráticos sí se permite. Entonces, en ese sentido, la universidad pública y la privada han demostrado ser, en realidad, bastiones importantes de la pluralidad y el conocimiento; de informar a la sociedad que, bueno, ahí estamos y ahí está toda la diversidad dentro de la misma diversidad sexual, porque somos muy diversos y plurales y hay gente muy de derecha y muy de izquierda, así como, muy fuera del clóset y muy dentro, finalmente lo único que pasa en eventos como este es simplemente que podemos decir aquí estamos y estamos bien. Me recuerda al alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, quien  fue interrumpido, cuando tomo el poder durante su discurso inaugural, con la afirmación: “Dicen que usted es homosexual” a lo que respondió: “Sí, soy homosexual y así está bien” y siguió con su discurso. “Así está bien”, punto, eso es lo que se tiene que decir: Soy gay y así estoy bien, no le importa a nadie.

Ahora, obviamente todos estamos tratando de luchar enormemente para que en el mundo vivamos no solo los gays, las lesbianas y los transexuales sino todos, toda la diversidad sexual y también toda la diversidad étnica y toda la diversidad socio económica; para que podamos vivir en el mundo con la riqueza repartida justamente, y con riqueza no solo me refiero al dinero, sino a la educación, el arte, etc.”

O.M.: ¿Cuál consideras que sea tu trabajo más prolífico?

H.F.:  “He de responder que mi carrera entera porque me la vivo todo el tiempo estudiando, evolucionando y haciendo cosas que me llenan completamente. Me  gano la vida con esto pero también transformo a la sociedad en una sociedad mejor a través música ayudando a eventos como este y ayudando a comunidades indígenas y a niños de la calle, en fin a quien sea, también me ayudo a mi mismo simplemente evolucionando como ser humano. En este sentido, no ha habido ningún evento, ninguna gira, a pesar de que he tocado por todo el mundo y no me he cansado de hacerlo, que destaque por encima de mi carrera. Siempre me estoy reinventando constantemente, ahora salí del clóset como jazzista el año pasado y voy a sacar un disco de jazz que voy a presentar en el lunario pronto, en fin, hay miles de proyectos grandes que tengo en mente hasta que la muerte me diga “hasta aquí”, por lo pronto quiero seguir trabajando.”

O.M.: Que interesante forma de verlo, porque estás diciendo: hay un proyecto que es grande y ese proyecto es mi vida, mi carrera. Ahora, veo que tu mensaje es un mensaje hacia pluralidad en todo sentido: socio económico, sexual, étnico, etc. Y que ese es el eje de tu discurso, en ese sentido, ¿Cómo capitalizas esas ideas en tu música, cuáles son los elementos que consideras que, dentro tu expresión musical, rescatan toda ésta visión?

H.F.: “Bueno, yo toco todo tipo de música, en un recital puedo tocar música indígena mexicana, música étnica japonesa, puedo tocar música africana, europea, francesa, alemana o lo que sea, en un recital con contrabajo puedo tocar bass bit, danzón o puedo tocar jazz. En fin, usar la música como lenguaje universal, y esa es una excelente pregunta de tu parte, es precisamente el arma que he usado desde hace muchos años para decir todos somos incluidos en el bagaje de la cultura humana, de la civilización humana y de los derechos humanos, entonces ¡al diablo con el sectarismo y con ideas como que la música clásica es la mejor porque no es la mejor! Finalmente hay mucha música clásica que es una porquería y hay mucha música popular que es una maravilla; la música étnica y la tradicional siempre son un reflejo auténtico y generoso de la cosmogonía de un pueblo, entonces el hecho de discriminar música es igual que discriminar  gente o es igual que discriminar preferencias o cualquier tipo de origen, idioma o religión.”

O.M.:  Claro, al final de cuentas la música es una herramienta efectiva para decir algo.

H.F.:  “Pues sí porque tenemos la música desde que somos fetos en el vientre de nuestra madre y escuchamos su frecuencia cardiaca; tenemos el sentido del ritmo implícito en nuestro ser, la música, por eso, es tan universal.”

O.M.:  Horacio, muchísimas gracias. Por último, ¿tienes algún mensaje que te gustaría enviar a la comunidad del ITAM?

H.F.:  “Bueno, que en realidad me encantan. Yo antes era muy creyente de que únicamente la universidad pública iba a cambiar el destino a largo plazo de México, pero veo que las universidades privadas están cambiándolo a la par, y que no depende de si tienes o no dinero, si tienes o no recursos o si eres hijo de políticos o de barrenderos, creo que toda la juventud quiere ya cambiar el país positivamente y a menos que se corrompa por el poder que da el dinero y el dinero que da el poder, les veo, tanto a los estudiantes de universidades públicas como a los de universidades privadas, un enorme futuro. La juventud tiene que unirse y tiene que haber una colectividad universitaria mexicana, esa es mi esperanza. A la vez, mi gran temor es que simplemente la falta de educación cívica y moral, el amor al dinero, la sed de poder y la corrupción acaben con todos estos ideales y que muchos jóvenes que eran incorruptibles en la escuela se vuelvan esclavos de esos dioses malditos que la gente adora desde el clóset que son el dinero y el poder.”